Según una encuesta realizada en 2010 por el Imserso, el 70% de los mayores de 65 años cuida de sus nietos, a los que dedican una media de seis horas diarias, lo que supone en muchas ocasiones más tiempo del que los propios padres dedican a sus hijos.

El problema es que muchos de ellos realizan este soporte de forma no voluntaria, porque se ven obligados a hacerlo y no tienen la capacidad de poner unos límites. Es el conocido como síndrome del abuelo esclavo, un problema silenciado porque los mayores tienen miedo de causar problemas a sus hijos o decepcionarles y callan.

Actualmente es normal que ambos progenitores trabajen y se necesite la colaboración de un tercero para el cuidado de los hijos. Uno de los remedios más comunes, como decimos, es solicitar la ayuda de los abuelos que suelen hacerlo encantados. No obstante, el problema es cuando dicha “ayuda” solicitada a los abuelos es máxima, debiendo llegar a primera hora de la mañana para llevar a los niños al colegio, ocuparse de las compras, recogerlos de la escuela por la tarde, darles la merienda y acompañarlos a las actividades extraescolares, etc.

Las personas mayores tienen derecho a su propia vida sin que ella se vea acaparada por la de sus hijos. Los abuelos tienen derecho a ver a sus nietos, pero es un derecho, no un deber ni algo que se les pueda imponer.

La Sentencia 395/2018 de 10 de diciembre de la Audiencia Provincial de Baleares desestima la pretensión de unos padres de imponer a la abuela ingresada en una residencia las visitas de una nieta. Debe tenerse muy claro desde el principio que los abuelos no tienen ninguna obligación legal de atender a los nietos ni de visitarlos; al revés, solamente se les atribuyen “derechos”, como a relacionarse (art. 160.2 CC), a visitarlos (art. 90.2 CC).