El abuso de las personas mayores en el núcleo familiar está patente en la actualidad. La problemática surge cuando los afectados no son capaces de denunciar a sus hijos o a los propios cuidadores por dichos abusos.

 

La disyuntiva surge en la manera en que ven la realidad, y es que la principal explicación que exponen las víctimas es que prefieren pasar por el mal trago, que terminar por quedarse solos. Una triste realidad. Además, tampoco ayuda que vean imposible que se resuelva rápido por la vía judicial y que por tanto, llegue a resolverse demasiado tarde.

 

Los datos hablan por sí solos: El pasado año se trataron a mil víctimas y demandas en el territorio de Cataluña, es decir, en comparación con el año anterior aumentaron un 25{07cd4b480206447a46cb04899a98c397aad6d07d3dd4163f491471b7ba2033a8} los delitos contra la tercera edad.

 

La primera justificación que achacan los afectados es el miedo a la soledad y la complejidad del sistema judicial. Por ello, los expertos indican dos modos de solventarlo:

 

– Por una parte, mejorar la comunicación. El entorno – vecinos, conocidos…- debe ayudar a detectar estas situaciones y comunicarlo de inmediato a servicios sociales o a la policía.

 

– Por otra, el sistema judicial debería de ser menos complejo y más ágil, ya que la vejez del afectado no invita a esperar durante años a la sentencia final. Además de que la mayoría de personas mayores no tienen muy claro dónde acudir en estos casos.

 

Los menores disponen de un teléfono al que llamar, las mujeres maltratadas también. Pero los mayores no disponen de un teléfono directo y específico que solvente su problema.

 

De este modo se nos plantean serias dudas: ¿Ha llegado la hora de hacer una campaña de concienciación para los más mayores? ¿Deberían de asignar un número específico para ellos?